martes, 13 de octubre de 2009
Jugamos con tus sueños
Primero empezaron por evaluar tonterías de la vida cotidiana que a todos nos interesan por el puro morbo de ver cómo somos mejores que otros. Parejas destrozadas en la Media Naranja, batacazos colosales en el Juego de la Oca, rupertas recelosas en 1, 2, 3, juegos de mesa en Cifras y Letras...
Más adelante, pasaron al vil metal, y ofrecieron dinero contante y sonante al que, bravo guerrero, se arriesgaba a quedar por tonto frente a la caja idem. Fue la época de ¿Quiere ser millonario?, Allá tú, o Money, money. Esta última etapa ha sido la más longeva en nuestros televisores, sin duda.
Pero de un tiempo a esta parte las cosas están cambiando. Los concursos ya no comienzan ofreciendo cero euros al concursante, planteándole el reto de ganar dinero con sus buenas o malas acciones, sino que se estila empear ofreciendo un máximo para ir restando euros ante la inutilidad del que, ingenuo, se somete a la telaraña televisiva. Este planteamiento resulta patético en el sentido más literal de la palabra, mostrando a todo el mundo el sentimiento real del que, ante una pifia, ve reducido su botín a la mitad, a la cuarta parte, al diez por ciento...
Por si esto fuera poco, cada vez más, los presentadores se empeñan en hacer "algo personal" de todo.
Presentador: Piénsalo bien, María Antonieta. La puerta que elijas será decisiva.
María Antonieta (apesadumbrada por haber perdido 50.000 euros que ni siquiera tenía antes de empezar el programa): sí, ya... bueno... elijo la... puerta... dos.
P: ¿Seguro? Piensa en tu hipoteca, María Antonieta.
MA (ojos brillantes de lágrimas, labio titubeante): Sí, ya...
P: Toma, mira, lee a todo el mundo lo que escribiste en tu carta de petición al programa.
MA (cara de pánico, de terror ante las palabras que la identificarán como una más de los simples mortales): No, si yo no...
P (sonriente, mirada humillante): Venga, venga, si ya sabes que cuando firmaste con nosotros nos concediste pleno derecho a humillarte (risa malévola que bien podría pasar por burla).
MA (resignada, ya): Ya, bueno... (lee): "quiero participar en el programa porque tengo una hipoteca del cojón que pagar y porque me llueven las deudas. Tengo que alimentar a mis tres hijos y no tengo ni para comprar platos de verdad".
P (al espectador): Así es, qué triste, ¿verdad? Así que tenemos que elegir bien la puerta para que te lleves mucho dinero y puedas cumplir todos tus sueños, que yo lo quiero de verdad.
MA: Bueno, pues entonces dígame en qué puerta está el dinero.
P (sonriendo mucho, mucho): Aaaaay, qué cosas tienes, María Antonieta. Sabes que yo lo haría, mujer. Lo que pasa es que igual me despiden, y cobrando diez veces más por programa de lo que vosotros os lleváis, no me merece la pena. Bueno, necesito que elijas una puerta, porque ya te hemos humillado bastante y va a empezar el siguiente concurso. ¿Te quedas con la dos? ¿Sí? ¿La dos? ¿Es la dos tu elección? ¿Lo crees de verdad? ¿Dos? ¿Dos? ¿2?
MA: Sí, bueno... para qué cambiar, ¿no?
P: Jajaja, claaaaro, mejor ir a por la primera corazonada y darnos tiempo así a manipular el contenido de las puertas. Pues vamos a abrir la puerta número dos, y...
María Antonieta aguanta la respiración mientras se caga en la familia del presentador. La puerta se abre, blanca, vacía. María Antonieta acaba de perder 120.000 euros que nunca habían sido suyos, y la pérdida ha sido considerablemente dolorosa.
Más tarde, María Antonieta volverá a su casa y se dará cuenta de que, en realidad, no ha perdido nada más que un poco de dignididad al rebajarse de esa manera ante medio mundo.
La moraleja es que no dejéis nunca que nadie juegue con vuestros sueños. Si tenéis uno, asentadlo sobre una base de veracidad y posibilidades y decoradlo con los azares de la fortuna que, de vez en cuando, sonríen a los que trabajan con esmero.
Imagen extraída de Deviantart
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Pues sí, es una verdadera pena. Pero no sé si perder la dignidad por un día y no ser recordado o ser personaje (que no persona) producto de la salsa rosa? Parece que es un tema muy explotado, la crítica a este tipo de programas como Sálvame, entre muchos otros, pero no podemos olvidar que programas como esos manchan y anulan nuestra sociedad, la destruyen poco a poco hasta que no queda nada. Se mueven con argumentos imposibles, incoherentes y por supuesto muy irracionales. Son, a mi parecer, una barbarie de la sociedad actual. Cualquier cosa me parece más digna que eso. Y siento si daño a quien se sienta aludido mas no hay formalidad más suave de expresar el asesinato al mundo cultural e intelectual.
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